Desde que
se conoció la propuesta de recuperación del espacio público por
parte de la Alcaldía de Bucaramanga y una vez ejecutada en el
decreto 0179 de 2012 en el cual se estableció un plan para el
desalojo de los trabajadores informales que desarrollan distintas
actividades económicas ambulantes y estacionarias en las calles de
la ciudad, las expectativas e interrogantes de cómo lograr hacer
efectivo la recuperación al tiempo que se garantizara el derecho al
trabajo, ha generado duras criticas.
Para
quienes consideran que el centro de la ciudad se encontraba en un
caos por el cumulo de ambulantes que se ubicaban sobre el paseo del
comercio, el desalojo es una solución que permitió recuperar una
zona para el tránsito; no obstante, el decreto no solo debía buscar
recuperar el espacio, además debía reubicar a los trabajadores bajo
opciones que garantizaran su sostenibilidad económica, opciones que
hasta el momento no ha sido posible. De los 860 informales que se
acogieron voluntariamente a las propuestas de la alcaldía, ni el uno
por ciento de estos se ha trasladado al centro comercial Feghali o al
Centro Comercial San Bazar.
El pasado
14 de enero se dio inicio al operativo de despeje del “espacio
público”, encabezado por el Secretaría del Interior, René
Rodrigo Garzón, cerca de 3.000 personas que conforman el grupo de
informales de la zona centro de Bucaramanga han vivido desde entonces
los efectos del decreto; la efectiva del mismo hoy cuestiona si este
garantiza el derecho al trabajo en Bucaramanga, al tiempo que la
ciudadanía discute si esta nueva iniciativa podrá romper el ciclo
de propuestas ineficaces que logren garantizar el trabajo y evitar
que estos nuevamente se aboquen a las calles.
El
observatorio de Medios de Comunicación e Información quiso conocer
la situación de cerca, y presenta una crónica desde la óptica de
los trabajadores, sus vidas y experiencias dentro del conflicto por
el trabajo informal en la ciudad de Bucaramanga.
“Marcha
del Hambre”
Pasaban
sólo las primeras horas de la madrugada del 14 de enero, cuando un
grupo de más de 1.300 policías y funcionarios de la Oficina de
Espacio Público tomaron las calles del centro, bloquearon con vallas
el acceso vehicular al centro e impidieron la llegada de los
informales a sus zonas de trabajo.
Marcha de trabajadores informales realizada
el 24 de Enero, conocida como la "Marcha por el Hambre"
Carmenza
es una vendedora de medias que se paraba con sus paquetes sobre la
carrera 15 a ofrecer “dos mil el par, tres en cinco”. Su esposo
fue asesinado hace ya varios años; sus 4 hijos, el mayor apenas
llegando a la mayoría de edad, son su esperanza, razón por la que
todos los días sale a trabajar. El 23 de enero marcha por las calles
del Barrio San Alonso, la acompañan sus amigas vendedoras de ropa
interior en la calle 33, se ríen y sueñan con una esperanza de
poder volver a ganar de alguna manera el sustento diario. Se trata de
la Marcha del Hambre organizada por los informales.
Entre
risas y cuentos este grupo de mujeres se cuestionan, según ellas,
las posibilidades de empleo que quedan no son las mejores: “yo no
sé ni qué vaya a hacer, nos tocará ir a prostituirnos, pero lo que
no aguanta es por ahí resultar uno con una enfermedad, pero el
hambre es dura, con hoy llevamos 10 días de hambre”. Mientras
tanto un grupo de más de 50 policías del ESMAD avanza rápidamente
a pie sobre la cola de la marcha, ellas responden con carcajadas de
esperanza y chistes. Entre la multitud, una pregunta llama la
atención: ¿Cómo que las tienen correteadas?, con la misma alegría
en que marcha respondieron: “no, nosotras lo que estamos es
contentas, ¿no ve todos esos muchachos que vienen persiguiéndonos?
¡Quién dijo que nosotras ya no levantamos!”.
“Usted
tiene prohibido caminar por acá”
Arturo, un
vendedor de caramelos, cargaba su caja colgada del cuello. Caminaba
por las carreras 15, 16, 17 y las demás calles. “Ahora camino por
el tierrero, pero por allá no se vende casi nada” dice, mientras
cuenta que el 14 de enero se metía por entre los recovecos
esquivando la policía. “Ese día por la mañana me dijeron que me
fuera del centro, y unos policías me insultaron porque yo les dije
que lo único que estaba haciendo era caminar, ellos me dijeron usted
tiene prohibido caminar por acá, me dijeron no gane que nos lo
llevemos, por la tarde pasé por la plaza y un Sargento dijo este
hijuep… cójanlo que no quiere hacer caso, entonces yo me agarré a
la caja y no la solté, me subieron a una camioneta y me dieron
vueltas, luego en otra parte del centro pararon, el Sargento se fue,
yo pude convencer a los dos policías que me cuidaban para que me
dejaran ir, les prometí que no iba a volver a caminar por ahí, por
allá no puedo volver sino me llevan.”
El sol
derretía el pavimento la mañana del 23 de enero. La Marcha del
Hambre venía desde el centro. Doña Rosa y su hija Marina cargaban
un bolso con sus cordones y calzoncillos. Son dos mujeres, la hija de
unos 45 años, la mamá mucho mayor que ella, dos mujeres tercas que
se han caminado las más de 6 marchas que desde el 14 de enero han
hecho los informales en busca de respuestas. En la actualidad el
índice de trabajo informal en Colombia supera el 51%, mientras que
el programa Trabajo Decente Vida Digna ha expresado que son más de
300 mil los trabajadores que en el Área Metropolitana subsisten en
el rebusque. Doña Rosa y Marina son sólo dos de muchas mujeres
quienes no saben hacer otra cosa que vender cordones y calzoncillos.
También caminan para buscar una respuesta a su sustento diario, de
lo contrario, como ellas dicen: “nos tocará es ponernos a pedir en
la calle”.
En la
mañana del 14 de enero pasó el operativo por todas las calles:
camiones, contratistas de la Oficina de Espacio Público de la
Alcaldía, uniformados de todas las especialidades de la policía, el
escuadrón ESMAD, entre otros. Días previos un decreto expedido por
el Alcalde Luis Francisco Bohórquez declaró el estado de alerta,
activó todos los protocolos de emergencia y prohibió las
manifestaciones públicas. Muchos comerciantes formales, de los
locales del centro también padecieron las consecuencias de los
desalojos: baldes, letreros, vitrinas, carritos, rollos… fueron
recogidos y llevados hasta el Estadio Alfonso López. Para recuperar
lo que les recogieron había que pagar multas, la más pequeña era
de un salario mínimo. Muchos no recogieron las mercancías. La multa
valía hasta 100 veces el valor de lo que se les llevaron. ¿Qué
habrá pasado con todas esas mercancías?
Sobre las
7:00 de la mañana un parqueadero ubicado en la calle 33 ya estaba
siendo allanado por los funcionarios que ejecutaban el operativo. Ese
14 de enero para los informales todo era zozobra y confusión. El
dueño del parqueadero guardaba zorras, carros y otros implementos de
trabajo de los informales. Sin orden judicial, sin cumplir los
requisitos de Ley, el parqueadero era desalojado; el propietario
expresaba días después que ya había empezado a hacer las
respectivas denuncias por ese procedimiento.
Doña
Aminta estaba parada en las inmediaciones del parque San Francisco
cuando pasaba por allí la Marcha del Hambre. Soltó una sonrisa con
sus dentadura desgastadas al ver a una amiga que iba entre los casi
300 manifestantes. La Marcha pasó por San Francisco para visitar a
los informales de la Plaza de Mercado del sector; “allá no los han
sacado, pero deje y verá que en estos días los corren”, dice Doña
Aminta. Cuenta con gran tristeza que todos los días tiene que dejar
a su esposo en la casa, pues está muy enfermo: “yo vendo tintos
desde hace 30 años en el centro, por allá tengo mis clientes, la
gente me ayuda, pero ya no me dejan entrar por allá, yo no me paro
en ningún lado, sólo paso por donde mis clientes, pero ya no puedo,
entonces me tocó venirme para el norte y a las bombas de gasolina,
pero esto es muy solo y ahora quién sabe qué haremos, no voy al
centro porque si me lo quitan para reclamarlo me toca pagar un millón
y pico de pesos.”
“Saquen
a esas ratas”
La calle
35, conocida como el Pasaje del comercio, llevaba muchos años
convertida en un sitio de aglomeración de las ventas ambulantes.
Muchos bumangueses tienen una percepción del centro de la ciudad
como un lugar desordenado y peligroso. Pero también muchas familias
no solo obtenían su sustento diario en estos lugares, sino que otras
muchas también compraban mercancías a bajos precios, accesibles a
la población de bajos recursos. Cada diciembre el centro se llenaba
a más no poder, compradores pobres y vendedores pobres
intercambiaban sus mercancías e ingresos.
Otra
realidad inocultable en las calles de la ciudad es la de los
informales sub-empleados. Jóvenes, mujeres, señoras… cualquier
desempleado y empobrecido en Bucaramanga ha podido encontrar una
oportunidad de ingresos como empleado de ventas de minutos, vendedor
en las afueras de un local o haciendo publicidad para algunos
negocios. El perifoneo está prohibido dice la policía, lo cual le
preocupa a los más de 10 “locutores” callejeros que se han
tenido que quedar de brazos cruzados por la restricción. Si bien hay
trabajadores que siendo informales son empleados de cierto tipo de
inversionistas, no podemos afirmar que son la mayoría ni que todo el
asunto del espacio público en Bucaramanga es un problema de un
puñado de mafias.
En los
medios de comunicación, y particularmente en páginas web como
Vanguardia.com, las opiniones han llegado a comentarios fuerte contra
los informales. Desde insultos, peticiones de mano dura, violencia y
muerte nos algunos de las opiniones. La más aguda manifestación del
odio sembrado contra los informales la podemos ver en el siguiente
comentario de uno de los visitantes de la página Vanguardia.com:
“PARA LA
NEGRE CUSCUS YURI dice que está aguantando hambre yo la veo bastante
gorda y no solo a ella la mayoría de los de la marcha están muy
gordos? con las caminatas y el calor es bueno porque bajan de peso, y esa
negra que hace en Bucaramanga que se baya por donde vino ella no es
de acá.” (en:
http://www.vanguardia.com/santander/bucaramanga/video-192694-vendedores-ambulantes-de-bucaramanga-volvieron-a-marchar
Es el caso
de don Pedro Elías, un habitante del Barrio La Concordia, quien
tiene un opinión bastante particular de este conflicto, expreso al
respecto: “yo pienso que es bueno que saquen a toda esa gente del
centro porque por allá no se puede caminar y todo es caos, pero lo
que no estoy de acuerdo es que ya vinieron a sacar a la gente que
vende comidas en los barrios, yo le compraba gallina a una señora
desde hace muchos años ahí en la carrera 21 al lado de la plaza de
La concordia, antenoche vinieron y les quitaron todo, la comida, las
mesas y sillas, todo, y yo pienso que ahí no estaban haciendo ningún
mal, al contrario a mí me gustaba la gallina.” Don Pedro Elías se
refiere a los operativos que ya han venido desalojando de las calles
a los vendedores estacionarios que en las noches se asientan en los
barrios de Bucaramanga. Ventas de pizza, gallina, comidas rápidas,
minutos, empanadas, entre otros, han sido desalojados de zonas como
el Parque Bolívar, el Parque Turbay, el Parque de los Niños, el
Barrio Diamante, San Luis, Real de Minas, entre otros; los cuales se
extenderán a otros barrios. En Bucaramanga cualquier vecino tiene
prohibido ofrecer algún producto en las calles del barrio o en la
entrada de su casa, es lo dispuesto por la Alcaldía Municipal.
“Suelte
eso y se me va para la casa ya”
El 14 de
enero, la respuesta de los desalojados fue casi nula. Sólo se
alcanzaron a aglomerar un poco en las inmediaciones de la Plaza de
Mercado, pero de allí fueron también sacados. El 15 de enero
realizaron su primera marcha que sin mayor contratiempo avanzó por
el centro hasta la oficina del trabajo, expresando su petición: “el
derecho al trabajo”. Los días siguientes se realizaron nuevas
marcharon, esta última se conoció como la Marcha del Hambre, han
sido un total de 7 marchas.
El
Secretario del Interior de Bucaramanga, René Garzón, ha expresado
que ya se están habilitando los espacios para reubicar a todos los
informales que se acogieron a los planes ofrecidos por la Alcaldía.
Sin embargo, se ha podido constatar que para el 14 de enero, día en
que empezó el operativo, no se había entregado ni terminado de
acondicionar el primer grupo de locales en el Centro Comercial
Feghali. Ante las marchas la respuesta ha sido la activación de las
especialidades de Carabineros, ESMAD, Escuadrón Motorizado y Fuerza
Disponible de la Policía. Refuerzos venidos de otros lugares del
país han multiplicado el número de Agentes. El propio Secretario
del Interior también ha expresado a los medios que judicializarán a
los promotores de esas marchas, declaración que hemos podido
constatar está por fuera de la ley ya que en la Constitución
Colombiana se permite y protege el derecho a la protesta pacífica y
organizada.
Activistas
del Colectivo Trabajo Decente lograron ubicar uno de los contratos
para la prestación del servicio de Hotelería a dichos refuerzos.
Dicho contrato le costó a la Alcaldía más 57 millones de pesos y
no cubre el costo de las comidas ni los transportes de los efectivos. (https://www.contratos.gov.co/consultas/detalleProceso.do?numConstancia=13-13-1396262).
Graciela,
trabajadora informal del centro, expresa con asombro luego de conocer
la cifra: “como es posible que se gasten 50 millones y quien sabe
cuánto más sólo para venir a dejarnos sin trabajo, porqué más
bien no invierten en darle opciones serías de trabajo a la gente, yo
lo único que sé en esta vida es vender empanadas, las hago en la
casa y vendo frente a Atento, allá llegaron por la noche un día y
nos quitaron todo, ahora no sé qué hacer, es que ni si quiera se
tomaron el trabajo de ofrecerle a uno una capacitación, o meterlo en
un programa para ayudarlo a organizar un negocio, nada eso, eso a
ellos lo que les importa es que quedarse con todo”.
Es en este
contexto que la Marcha del Hambre del 23 de enero parece más un acto
de desespero, empleados por los informales para hacer oír su voz. El
sol inclemente del mediodía abrigó esta marcha en todo su
recorrido, y fue testigo de primera mano de cómo acabó todo sobre
la carrera 30 con Avenida Quebrada Seca. Allí una tanqueta de la
policía esperaba a los 300 marchantes, dentro de los que había
personas de la tercera edad y niños, mientras desde atrás avanzaba
aceleradamente el cuerpo ESMAD. Se vieron chorros de agua, gases,
caras de indignación, y se oyeron gritos, el llanto de unos niños y
las palabras de un policía que intentaba quitar la bandera de
Colombia a unos de los manifestantes: “suelte eso y se me va para
la casa ya”, expreso el efectivo. Los marchantes se dispersaron por
los andenes para ir a buscar el almuerzo. Al parecer nuestra
democracia no resiste más de 6 marchas.
Puede que
la opinión pública esté dividida y hayan quienes expresen su
solidaridad y afecto para los informales, así como hay quienes
permanecen en una actitud de respaldo absoluto a las medidas del
Alcalde, pero Bucaramanga sigue estando bajo un Estado Social de
Derecho que propende por la Equidad y Respeta la Diferencia. Para
cerrar, vale la pena recodar las palabras de un columnista quien
decía: “de algo tendrán que vivir”; y es que la dignificación
del trabajo llama poderosamente la atención de una ciudad sin
puestos de trabajo o con unos pocos en precarias condiciones.