sábado, 26 de enero de 2013

Crónica DÍAS DE CONFLICTO POR EL TRABAJO INFORMAL EN BUCARAMANGA



Desde que se conoció la propuesta de recuperación del espacio público por parte de la Alcaldía de Bucaramanga y una vez ejecutada en el decreto 0179 de 2012 en el cual se estableció un plan para el desalojo de los trabajadores informales que desarrollan distintas actividades económicas ambulantes y estacionarias en las calles de la ciudad, las expectativas e interrogantes de cómo lograr hacer efectivo la recuperación al tiempo que se garantizara el derecho al trabajo, ha generado duras criticas.

Para quienes consideran que el centro de la ciudad se encontraba en un caos por el cumulo de ambulantes que se ubicaban sobre el paseo del comercio, el desalojo es una solución que permitió recuperar una zona para el tránsito; no obstante, el decreto no solo debía buscar recuperar el espacio, además debía reubicar a los trabajadores bajo opciones que garantizaran su sostenibilidad económica, opciones que hasta el momento no ha sido posible. De los 860 informales que se acogieron voluntariamente a las propuestas de la alcaldía, ni el uno por ciento de estos se ha trasladado al centro comercial Feghali o al Centro Comercial San Bazar.

El pasado 14 de enero se dio inicio al operativo de despeje del “espacio público”, encabezado por el Secretaría del Interior, René Rodrigo Garzón, cerca de 3.000 personas que conforman el grupo de informales de la zona centro de Bucaramanga han vivido desde entonces los efectos del decreto; la efectiva del mismo hoy cuestiona si este garantiza el derecho al trabajo en Bucaramanga, al tiempo que la ciudadanía discute si esta nueva iniciativa podrá romper el ciclo de propuestas ineficaces que logren garantizar el trabajo y evitar que estos nuevamente se aboquen a las calles.

El observatorio de Medios de Comunicación e Información quiso conocer la situación de cerca, y presenta una crónica desde la óptica de los trabajadores, sus vidas y experiencias dentro del conflicto por el trabajo informal en la ciudad de Bucaramanga.


“Marcha del Hambre”

Pasaban sólo las primeras horas de la madrugada del 14 de enero, cuando un grupo de más de 1.300 policías y funcionarios de la Oficina de Espacio Público tomaron las calles del centro, bloquearon con vallas el acceso vehicular al centro e impidieron la llegada de los informales a sus zonas de trabajo.

 Marcha de trabajadores informales realizada
el 24 de Enero, conocida como la "Marcha por el Hambre"

Carmenza es una vendedora de medias que se paraba con sus paquetes sobre la carrera 15 a ofrecer “dos mil el par, tres en cinco”. Su esposo fue asesinado hace ya varios años; sus 4 hijos, el mayor apenas llegando a la mayoría de edad, son su esperanza, razón por la que todos los días sale a trabajar. El 23 de enero marcha por las calles del Barrio San Alonso, la acompañan sus amigas vendedoras de ropa interior en la calle 33, se ríen y sueñan con una esperanza de poder volver a ganar de alguna manera el sustento diario. Se trata de la Marcha del Hambre organizada por los informales.

Entre risas y cuentos este grupo de mujeres se cuestionan, según ellas, las posibilidades de empleo que quedan no son las mejores: “yo no sé ni qué vaya a hacer, nos tocará ir a prostituirnos, pero lo que no aguanta es por ahí resultar uno con una enfermedad, pero el hambre es dura, con hoy llevamos 10 días de hambre”. Mientras tanto un grupo de más de 50 policías del ESMAD avanza rápidamente a pie sobre la cola de la marcha, ellas responden con carcajadas de esperanza y chistes. Entre la multitud, una pregunta llama la atención: ¿Cómo que las tienen correteadas?, con la misma alegría en que marcha respondieron: “no, nosotras lo que estamos es contentas, ¿no ve todos esos muchachos que vienen persiguiéndonos? ¡Quién dijo que nosotras ya no levantamos!”.


“Usted tiene prohibido caminar por acá”

Arturo, un vendedor de caramelos, cargaba su caja colgada del cuello. Caminaba por las carreras 15, 16, 17 y las demás calles. “Ahora camino por el tierrero, pero por allá no se vende casi nada” dice, mientras cuenta que el 14 de enero se metía por entre los recovecos esquivando la policía. “Ese día por la mañana me dijeron que me fuera del centro, y unos policías me insultaron porque yo les dije que lo único que estaba haciendo era caminar, ellos me dijeron usted tiene prohibido caminar por acá, me dijeron no gane que nos lo llevemos, por la tarde pasé por la plaza y un Sargento dijo este hijuep… cójanlo que no quiere hacer caso, entonces yo me agarré a la caja y no la solté, me subieron a una camioneta y me dieron vueltas, luego en otra parte del centro pararon, el Sargento se fue, yo pude convencer a los dos policías que me cuidaban para que me dejaran ir, les prometí que no iba a volver a caminar por ahí, por allá no puedo volver sino me llevan.”

El sol derretía el pavimento la mañana del 23 de enero. La Marcha del Hambre venía desde el centro. Doña Rosa y su hija Marina cargaban un bolso con sus cordones y calzoncillos. Son dos mujeres, la hija de unos 45 años, la mamá mucho mayor que ella, dos mujeres tercas que se han caminado las más de 6 marchas que desde el 14 de enero han hecho los informales en busca de respuestas. En la actualidad el índice de trabajo informal en Colombia supera el 51%, mientras que el programa Trabajo Decente Vida Digna ha expresado que son más de 300 mil los trabajadores que en el Área Metropolitana subsisten en el rebusque. Doña Rosa y Marina son sólo dos de muchas mujeres quienes no saben hacer otra cosa que vender cordones y calzoncillos. También caminan para buscar una respuesta a su sustento diario, de lo contrario, como ellas dicen: “nos tocará es ponernos a pedir en la calle”.



1 millón por un carro de tintos

En la mañana del 14 de enero pasó el operativo por todas las calles: camiones, contratistas de la Oficina de Espacio Público de la Alcaldía, uniformados de todas las especialidades de la policía, el escuadrón ESMAD, entre otros. Días previos un decreto expedido por el Alcalde Luis Francisco Bohórquez declaró el estado de alerta, activó todos los protocolos de emergencia y prohibió las manifestaciones públicas. Muchos comerciantes formales, de los locales del centro también padecieron las consecuencias de los desalojos: baldes, letreros, vitrinas, carritos, rollos… fueron recogidos y llevados hasta el Estadio Alfonso López. Para recuperar lo que les recogieron había que pagar multas, la más pequeña era de un salario mínimo. Muchos no recogieron las mercancías. La multa valía hasta 100 veces el valor de lo que se les llevaron. ¿Qué habrá pasado con todas esas mercancías?

Sobre las 7:00 de la mañana un parqueadero ubicado en la calle 33 ya estaba siendo allanado por los funcionarios que ejecutaban el operativo. Ese 14 de enero para los informales todo era zozobra y confusión. El dueño del parqueadero guardaba zorras, carros y otros implementos de trabajo de los informales. Sin orden judicial, sin cumplir los requisitos de Ley, el parqueadero era desalojado; el propietario expresaba días después que ya había empezado a hacer las respectivas denuncias por ese procedimiento.


Doña Aminta estaba parada en las inmediaciones del parque San Francisco cuando pasaba por allí la Marcha del Hambre. Soltó una sonrisa con sus dentadura desgastadas al ver a una amiga que iba entre los casi 300 manifestantes. La Marcha pasó por San Francisco para visitar a los informales de la Plaza de Mercado del sector; “allá no los han sacado, pero deje y verá que en estos días los corren”, dice Doña Aminta. Cuenta con gran tristeza que todos los días tiene que dejar a su esposo en la casa, pues está muy enfermo: “yo vendo tintos desde hace 30 años en el centro, por allá tengo mis clientes, la gente me ayuda, pero ya no me dejan entrar por allá, yo no me paro en ningún lado, sólo paso por donde mis clientes, pero ya no puedo, entonces me tocó venirme para el norte y a las bombas de gasolina, pero esto es muy solo y ahora quién sabe qué haremos, no voy al centro porque si me lo quitan para reclamarlo me toca pagar un millón y pico de pesos.”


“Saquen a esas ratas”

La calle 35, conocida como el Pasaje del comercio, llevaba muchos años convertida en un sitio de aglomeración de las ventas ambulantes. Muchos bumangueses tienen una percepción del centro de la ciudad como un lugar desordenado y peligroso. Pero también muchas familias no solo obtenían su sustento diario en estos lugares, sino que otras muchas también compraban mercancías a bajos precios, accesibles a la población de bajos recursos. Cada diciembre el centro se llenaba a más no poder, compradores pobres y vendedores pobres intercambiaban sus mercancías e ingresos.

Otra realidad inocultable en las calles de la ciudad es la de los informales sub-empleados. Jóvenes, mujeres, señoras… cualquier desempleado y empobrecido en Bucaramanga ha podido encontrar una oportunidad de ingresos como empleado de ventas de minutos, vendedor en las afueras de un local o haciendo publicidad para algunos negocios. El perifoneo está prohibido dice la policía, lo cual le preocupa a los más de 10 “locutores” callejeros que se han tenido que quedar de brazos cruzados por la restricción. Si bien hay trabajadores que siendo informales son empleados de cierto tipo de inversionistas, no podemos afirmar que son la mayoría ni que todo el asunto del espacio público en Bucaramanga es un problema de un puñado de mafias.

En los medios de comunicación, y particularmente en páginas web como Vanguardia.com, las opiniones han llegado a comentarios fuerte contra los informales. Desde insultos, peticiones de mano dura, violencia y muerte nos algunos de las opiniones. La más aguda manifestación del odio sembrado contra los informales la podemos ver en el siguiente comentario de uno de los visitantes de la página Vanguardia.com:

“PARA LA NEGRE CUSCUS YURI dice que está aguantando hambre yo la veo bastante gorda y no solo a ella la mayoría de los de la marcha están muy gordos? con las caminatas y el calor es bueno porque bajan de peso, y esa negra que hace en Bucaramanga que se baya por donde vino ella no es de acá.” (en: http://www.vanguardia.com/santander/bucaramanga/video-192694-vendedores-ambulantes-de-bucaramanga-volvieron-a-marchar

Es el caso de don Pedro Elías, un habitante del Barrio La Concordia, quien tiene un opinión bastante particular de este conflicto, expreso al respecto: “yo pienso que es bueno que saquen a toda esa gente del centro porque por allá no se puede caminar y todo es caos, pero lo que no estoy de acuerdo es que ya vinieron a sacar a la gente que vende comidas en los barrios, yo le compraba gallina a una señora desde hace muchos años ahí en la carrera 21 al lado de la plaza de La concordia, antenoche vinieron y les quitaron todo, la comida, las mesas y sillas, todo, y yo pienso que ahí no estaban haciendo ningún mal, al contrario a mí me gustaba la gallina.” Don Pedro Elías se refiere a los operativos que ya han venido desalojando de las calles a los vendedores estacionarios que en las noches se asientan en los barrios de Bucaramanga. Ventas de pizza, gallina, comidas rápidas, minutos, empanadas, entre otros, han sido desalojados de zonas como el Parque Bolívar, el Parque Turbay, el Parque de los Niños, el Barrio Diamante, San Luis, Real de Minas, entre otros; los cuales se extenderán a otros barrios. En Bucaramanga cualquier vecino tiene prohibido ofrecer algún producto en las calles del barrio o en la entrada de su casa, es lo dispuesto por la Alcaldía Municipal.


“Suelte eso y se me va para la casa ya”

El 14 de enero, la respuesta de los desalojados fue casi nula. Sólo se alcanzaron a aglomerar un poco en las inmediaciones de la Plaza de Mercado, pero de allí fueron también sacados. El 15 de enero realizaron su primera marcha que sin mayor contratiempo avanzó por el centro hasta la oficina del trabajo, expresando su petición: “el derecho al trabajo”. Los días siguientes se realizaron nuevas marcharon, esta última se conoció como la Marcha del Hambre, han sido un total de 7 marchas.

El Secretario del Interior de Bucaramanga, René Garzón, ha expresado que ya se están habilitando los espacios para reubicar a todos los informales que se acogieron a los planes ofrecidos por la Alcaldía. Sin embargo, se ha podido constatar que para el 14 de enero, día en que empezó el operativo, no se había entregado ni terminado de acondicionar el primer grupo de locales en el Centro Comercial Feghali. Ante las marchas la respuesta ha sido la activación de las especialidades de Carabineros, ESMAD, Escuadrón Motorizado y Fuerza Disponible de la Policía. Refuerzos venidos de otros lugares del país han multiplicado el número de Agentes. El propio Secretario del Interior también ha expresado a los medios que judicializarán a los promotores de esas marchas, declaración que hemos podido constatar está por fuera de la ley ya que en la Constitución Colombiana se permite y protege el derecho a la protesta pacífica y organizada.

Activistas del Colectivo Trabajo Decente lograron ubicar uno de los contratos para la prestación del servicio de Hotelería a dichos refuerzos. Dicho contrato le costó a la Alcaldía más 57 millones de pesos y no cubre el costo de las comidas ni los transportes de los efectivos. (https://www.contratos.gov.co/consultas/detalleProceso.do?numConstancia=13-13-1396262).

Graciela, trabajadora informal del centro, expresa con asombro luego de conocer la cifra: “como es posible que se gasten 50 millones y quien sabe cuánto más sólo para venir a dejarnos sin trabajo, porqué más bien no invierten en darle opciones serías de trabajo a la gente, yo lo único que sé en esta vida es vender empanadas, las hago en la casa y vendo frente a Atento, allá llegaron por la noche un día y nos quitaron todo, ahora no sé qué hacer, es que ni si quiera se tomaron el trabajo de ofrecerle a uno una capacitación, o meterlo en un programa para ayudarlo a organizar un negocio, nada eso, eso a ellos lo que les importa es que quedarse con todo”.

Es en este contexto que la Marcha del Hambre del 23 de enero parece más un acto de desespero, empleados por los informales para hacer oír su voz. El sol inclemente del mediodía abrigó esta marcha en todo su recorrido, y fue testigo de primera mano de cómo acabó todo sobre la carrera 30 con Avenida Quebrada Seca. Allí una tanqueta de la policía esperaba a los 300 marchantes, dentro de los que había personas de la tercera edad y niños, mientras desde atrás avanzaba aceleradamente el cuerpo ESMAD. Se vieron chorros de agua, gases, caras de indignación, y se oyeron gritos, el llanto de unos niños y las palabras de un policía que intentaba quitar la bandera de Colombia a unos de los manifestantes: “suelte eso y se me va para la casa ya”, expreso el efectivo. Los marchantes se dispersaron por los andenes para ir a buscar el almuerzo. Al parecer nuestra democracia no resiste más de 6 marchas.

Puede que la opinión pública esté dividida y hayan quienes expresen su solidaridad y afecto para los informales, así como hay quienes permanecen en una actitud de respaldo absoluto a las medidas del Alcalde, pero Bucaramanga sigue estando bajo un Estado Social de Derecho que propende por la Equidad y Respeta la Diferencia. Para cerrar, vale la pena recodar las palabras de un columnista quien decía: “de algo tendrán que vivir”; y es que la dignificación del trabajo llama poderosamente la atención de una ciudad sin puestos de trabajo o con unos pocos en precarias condiciones.